Ahora, nuestros niños del grupo “de los grandes” llegan a los siete años, edad en la que la cultura presiona hacia el desarrollo intelectual. Sabemos desde la observación que este desarrollo forma parte del interés natural de los niños, y sabemos desde la ciencia que el intelecto se asienta neuronalmente sobre la base de la psicomotricidad y se desarrolla en interacción social.
El cuerpo, los afectos y el pensamiento se desarrollan en paralelo, a su propio ritmo y bajo impulsos tan misteriosos que vale la pena poner mirada para admirarlos en vez de intentar controlarlos.
Pero no es en el intelecto únicamente donde hay que poner la atención en esta etapa. Aún debemos seguir acompañando los procesos de desarrollo cognitivo de los niños sobre la base de experiencias concretas, vivenciales y de interacción, hasta llegar a la adolescencia. Asímismo, centraremos la mirada en la multiplicación de las necesidades sociales a estas edades y en la necesidad de absorción cultural desde los contextos más cercanos (la naturaleza y sociedad alpujarreña, los números, las letras…) hasta su apertura al mundo.
Podríamos decir que un aspecto clave por nuestra parte, de los 3 a los 6 años, es respetar su egocentrismo para que puedan llegar a sentir su voluntad, su “yo soy, yo quiero”.
De los 6 a los 12, debemos crear los espacios necesarios (el juego libre, la asamblea semanal) para favorecer el desarrollo de la empatia, “yo quiero, tú quieres, qué creamos juntos”.
No podemos ni imaginar el número de experiencias que hacen falta para llegar a sentir en qué lugar está el otro, y acomodar el propio deseo (sin perderlo) en beneficio de la relación. Hemos observado como este proceso se da naturalmente en los niños desde los 3-4 años.
Es un viaje a la esencia humana cada vez que acompañamos situaciones en las que vemos cuanto valor le dan al mismo tiempo al propio deseo y al jugar juntos, de manera que pueden llegar a soluciones a sus conflictos, sin ningún tipo de “directividad” adulta.
Y es desde estas premisas que queremos seguir acompañando a estos niños hacia una escuelita primaria “no directiva”, que da un lugar privilegiado a la cooperación, el diálogo, la experimentación y el descubrimiento por uno mismo, en lugar de la acumulación de conocimientos provenientes del maestro, mediante el establecimiento de un clima de empatía y de confianza en la capacidad de autonomía y responsabilidad de los niños.
Para saber más sobre nosotros:
<–